El viaje del duelo: transformando el dolor (parte I)
- Patricia B. Margain ReyEros
- 5 nov 2024
- 4 Min. de lectura

Me gusta ver la vida como una escuela a la que venimos a aprender para crecer (como muchas filosofías de oriente lo plantean). En el caso de la muerte, si bien sabemos que es un evento inevitable, eso no quiere decir que estemos listos para enfrentarlo o actuar sobre ello.
En mi caso, todo sucedió muy rápido, mi mamá ingresó al hospital y en una semana su cuerpo se había ido. Para ella fue un suceso amable -o al menos eso quiero creer- para mi, el inicio de un proceso de introspección, lleno de aprendizaje y autodescubrimiento.
Al inicio, mi mente lo entendió y aceptó. A los pocos días, noté que surgió la negación, algo que se resistía a reconocer que mi mamá ya no estaba. Hubo mucha ansiedad, una intensa tristeza, un vacío inexplicable. No podía nombrar lo acontecido con palabras, entraba en pánico. Quería huir. Era mi mente queriendo protegerme de un evento aterrador. Y así pasaron varias semanas, calculo 4 o 5.
Nunca dejé de meditar. Siempre estuve atenta de mis emociones y las dejé entrar sin juicios. Siempre di -y sigo dando- permiso al proceso.
Luego de ese tiempo, noté que algo en mi se aclaró, como que de pronto mi mente entendió lo sucedido: “Mi mamá murió, su cuerpo ya no está conmigo”, y mi corazón dijo “Sí. Ésa es la realidad”. Y entonces, “aterricé”, tuve claridad que me regaló tranquilidad y sosiego.
Desde entonces, puedo tomar el aprendizaje con más apertura de mente y corazón, ya sin tantas nubecitas de negación y resistencia. Aún falta mucho proceso que atravesar: ese primer año… la primera navidad sin ella, el primer cumpleaños sin ella… en fin, por ahora les comparto un poquito de lo que, hasta este momento, el proceso me ha llevado a aprender de lo humano, y a conocer y saber de mi. Al final a todos nos pasa o pasará en algún momento, estamos en lo mismo, y quiero creer que a alguien le puede servir lo que a continuación comparto desde mi corazón:
Las lágrimas limpian y liberan la ansiedad, el dolor, la negación y toda emoción que comprime.
Los tiempos de la mente son MUY diferentes a los tiempos del corazón (el cuerpo, el sistema nervioso). Cada uno asimila de distinta manera, cada uno a su ritmo. Mientras que la mente logra comprender las razones pronto, el corazón requiere su tiempo para entender, aceptar y transformar los efectos de la ausencia.
Tener un lugar seguro (un círculo de amigos o familia) para ser vulnerables es importante y necesario. La vulnerabilidad es sana, es parte natural de todo proceso de duelo (en realidad, de todo proceso humano), si se la reprime, el dolor puede alargarse y convertirse en sufrimiento.
El amor y la gratitud son ingredientes clave para la alquimia del corazón; el amor y la gratitud por la vida de un ser querido, transmutan las lágrimas en serenidad; el desconsuelo en aceptación; la rabia en reconciliación.
El dolor, la tristeza, la rabia, son tan humanas como la alegría, el amor y la diversión. Querer esquivar las -inevitables- experiencias dolorosas, sólo lleva a vivirlas con pesar y a sostener sufrimiento innecesario.
Mi sugerencia es tomar la posibilidad de atravesar el duelo (de preferencia con ayuda profesional) sin miedo, dejar que la tristeza y todas las emociones que un duelo conlleva, tengan un lugar, sin reprimirlas. A 3 meses de la partida de mi mamá, estoy en aceptación genuina de lo sucedido; hoy puedo nombrar lo que pasó con palabras; recordarla con una sonrisa; puedo agradecer su vida y sentir a mi mamá en mi. Mi corazón entendió que su cuerpo ya no está.
No quiere decir que la tristeza ya no exista, sólo que puedo sentirla en paz, llorar en paz, y luego sonreír y agradecer.
Al darle espacio a lo que sientes, permites que el cambio interior ocurra con mayor paz y menos resistencia.
También me queda claro que:
No queda culpa, ni deudas, cuando en vida diste lo mejor de ti a ese ser, cuando perdonaste o pediste perdón, cuando no te quedaste con palabras o muestras de amor; cuando le demostraste lo importante que era para ti.
Hay paz, cuando en lugar de querer retener a quien amas, le sueltas y deseas su bien mayor.
Agradecer en lugar de luchar contra lo irremediable del proceso, lo hace más amable y amoroso.
Y bueno, hasta ahí mi reporte por ahora. Sigue siendo un proceso, no hay nada que superar, sólo el regalo de una mirada distinta, de una mente en calma y un corazón sereno, en coherencia, comprensión y aceptación de la realidad. Uno se transforma cuando elige tomar la enseñanza de los distintos procesos humanos.
Permítete y date tiempo sin juzgarte. Solo necesitas paciencia contigo mism@.
Gracias por llegar hasta aquí. Recibe un abrazo llenito de paz, de mi corazón a tu corazón.
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Patricia Margain.
Terapeuta y Danzaterapeuta.
Facilitadora de Barras de Access.
Para más información, escribe al: 55 4524 6990.
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